viernes, 5 de marzo de 2010

TERREMOTO La lógica humana.


Entonces me arrancan de la vena la dosis con la que el mundo y su orden de ricos y pobres me parece soportable: me cortan la luz, el consumo, la televisión y todas sus rubias y sus animadores siempre bien vestidos, deseados y cínicos. Ese humor picarón en que todos jugamos a un control conveniente.
Mi gran casino, mi mega shopping, el voto que hace más grande a los grandes, la promesa de “los de arriba” que me invitan sin decirme bien cómo llegar, pucha, igual si ellos quieren, tal vez me acerque un día, cuando me reciban. Por eso elijo a los que podrían comprarse todo el jardín de la primavera y la piel de las más poto- shopeadas. Es que si logro llegar ahí, seguro me guardan un número a la fiesta de la cenicienta y mi calabaza tendrá la carcasa de una Cherokee.

Pero hay contratiempos entre mi castillo de naipes y la brigada de Walt Disney… con un tsunami y un terremoto me arremete el “lumpenaje”. Me quedo desnuda, sola, en una verdad que no tiene ni “animal print” ni un I pod… Al menos Madonna, aunque sea sin obscenidades ¿Me llevará en sus brazos como una adopción indigente?

La presidenta está llorando, menos mal ¿Qué hacer? y ¿Cómo no ser un blanco móvil, cuando la fuente de todo los recursos naturales (que es la tierra) parece sacudirnos como garrapatas infecciosas? ¿Podremos salir de este capullo como los gusanos de seda?

Refriego mis ojos pero no despierto. La droga comunicacional escasea ¿Con qué substituyo mi éxtasis mediático? Dicen que las transmisiones del desastre igual “pasan la mona” pero nos quedamos sin señal y no puedo ver mi propio espanto. Aunque desentierre un Iphone del barro, y logre hacerlo mío aún latiendo el bolsillo de un cadáver; la conectividad parece tan muerta como todo este nubarrón de aspiraciones que me tuvo con dirección y rumbo en el laberinto y sus góndolas.
Se acabó mi cuento en cuotas y miro los carteles de publicidad como si me hubiesen estado engañando mis hermanos.
Es el eje de la tierra el que cambió y sigue con convulsiones. Ahora y, mientras escribo, hay un movimiento breve y rudo que me da mucho miedo, meto un par de pilas y las copias de las llaves de mi auto en la cartera. Pienso qué es lo que debo salvar si es que el terremoto no paró, si es que solo se tomó un respiro…

Mi alma, quiero que “ese” hogar esté a salvo, que sea no solo mía sino de todos y la misma pureza. Que vuelva a un origen simple y elemental donde lo único que necesitaba mi devenir, era estar en condiciones de distinguir el horizonte.